lunes, 2 de julio de 2007

2. Descubriendo Malawi

Cookie, Cateligne y yo, a las 00:00 h.
del 2 de mayo de 2004 a punto de salir para Malawi

Malawi es un país relativamente pequeño. Su extensión y forma es similar a la de Portugal, pero se haya rodeado de gigantes: Zambia, Mozambique y Tanzania son sus vecinos. Se encuentra en el cono sur del continente, junto al lago del que toma el nombre (“Luz del sol reflejada”, Marawi) Es un sitio tranquilo, sin guerras en el último siglo, sin conflictos tribales. Vive de la agricultura y pesca, compartiendo el lago Malawi con sus vecinos tanzanos y mozambiqueños. Castigado por el sida, el tanto por ciento de gente con HIV/AIDS es elevadísimo. Es un país que pasa hambre pero lucha por salir adelante. No puede presumir de ser un destino turístico (aunque su lago y resorts adyacentes son dignos de tener en cuenta) pero es famoso el sabor de su café y las hojas de tabaco que exportan por todo el mundo.
La gente en Malawi es EXTREMADAMENTE amable. No son pesados, sonríen, son gente cordial, afable, simpática. Es un gran país.
Históricamente, fueron colonia británica hasta que consiguieron la independencia en 1964 (John Chilembe, el héroe nacional lo había intentado en 1915). Tras la independencia, se instauró en el poder dictatorialmente hasta 1993 Hasting Kazumu Banda que cedió el poder democráticamente. Las elecciones en Malawi desde la época hasta la actualidad han sido bastante democráticas. Tal vez, debido a eso y a su gente o a la falta de conflictos, es un lugar por el que las ONGs sienten predilección, lo cual no quita que Malawi sea uno de los países más paupérrimos de la tierra.

Alastair (“cookie” para los amigos), Cateligne y yo llegamos al país sin saber a ciencia cierta que teníamos que hacer. Después de unos días en la capital, Lilongwe, ciudad llena de árboles y bosques donde las haya, el 5 de mayo ya estábamos en Kasungu, donde pasamos los siguientes tres meses. Al día siguiente, junto con Msika Sichinga, nuestro guía y Gregory Kambua, nuestro conductor ya estábamos visitando las escuelas de la zona.

Mercado de Lilongwe



En los siguientes 20 días visitamos
más de 30 escuelas. Nos reuníamos con el director, y concretábamos una cita para más adelante, con el consejo escolar (padres, profesores, cocineras...). En esas reuniones de grupo, previamente habíamos evaluado el estado de sus “cocinas” (unas chozas con paredes de ladrillos y tejados de chamizo) y les comentábamos que si estaban dispuestos a reconstruirlas (con tejados de chapa de aluminio) nosotros les facilitaríamos el material. En casi todas las reuniones había saltos de alegría, palmadas y promesas de ayuda, que, afortunadamente, se cumplieron.

Así pasamos los tres meses: visitando escuelas, haciendo miles de fotos a los niños, conociendo a comunidades, haciendo reuniones, facilitando materiales, y comprobando que las escuelas cumplían el plan de trabajo. En cinco escuelas, a parte de facilitarles material para la cocina, les dimos material (cemento, vigas de madera, chapas....) para que edificasen almacenes, ya que utilizaban las clases como almacén donde acumular la comida que les daba regularmente el World Food Programme. Durante ese periodo hicimos un concurso de “huertas” para premiar al mejor jardín de las escuelas de la zona (esto fue idea y empeño de la holandesa) y aunque se montó apresurada y precipitadamente, tuvo bastante éxito. Asimismo, intentamos instalar unos hornos que consumían poca leña, diseñados por GTZ, la ONG alemana de cooperación, pero finalmente se nos echó el tiempo encima y solo identificamos las escuelas que debían beneficiarse del trabajo del siguiente grupo.

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