lunes, 1 de marzo de 2010

108. Fronteras y puentes

Me hubiese gustado tomar esta foto pero no me atreví. Espero que a María José Riquelme de la Brújula no le importe prestármela
Hace ahora un año, estábamos en un puente mi compañero de viaje Carlos Valdés, Faramath nuestro administrador y yo cruzando un puente que hace de frontera entre dos países que no existen. O mejor dicho, hacia un país inexistente. Lo cuento porque de casi todos los viajes que he hecho este ha sido uno de los que más me ha impactado por el significado político. Lugar: cordillera caucásica, en la vertiente sur. Georgia no reconoce a Abjasia como Estado pero no encontrareis georgianos en su territorio, salvo los habitantes de algunos pueblos de la frontera que tienen carta ancha para cruzar por motivos familiares o personales. Para todos los demás, Abjasia queda para el subconsciente como el trozo de tierra robado que hay que recuperar.

Frío helador sobre el río Inguri, en el puente que separa las dos partes. Primer control. "Journalist??" "No, no para nada "humanitarian, humanitarian" (no hay nada más peligroso que explicar y dar detalles de una mancha en tu soberanía territorial). Si no hay estado al que acceder ¿para que poner un puesto fronterizo?

El segundo control fue incluso mejor que el primero. Un soldado (difícil saber a priori la nacionalidad) nos pidió la documentación y la transmitió por walkie talkie a otro puesto intercambiando nuestros apellidos. Juan Valdés y Carlos Tarrés se disponían a cruzar la no frontera. Con Faramath no había error posible.

Vi la imagen que tenéis a vuestra izquierda, inspirada en el monumento a la paz que se encuentra en Nueva York, en la sede de Naciones Unidas. Personalmente, es un monumento que me encanta por el significado que entraña. Una pistola que no puede disparar. Aunque chapurreo el ruso, para evitar suspicacias se lo dije en ingles al soldado. Pero este que debía haber visto mil veces el monumento, lo interpreto de otra manera. "Abjasia pam pam" (efectivamente, la pistola señala a Abjasia) y por gestos me preguntó que qué pensaba a lo que tuve que responder un poco a lo indio: "I don´t know, neutral, neutral, spanish" (como si eso siempre fuese cierto). El tercer control no nos detuvo y ya en Abjasia pasamos otro control, donde aquí si que estaba bien visto hablar en ruso y que nos expendió una visa para circular por el país durante 30 días.

Creo que nunca he estado en un sitio donde la realidad supera más a la ficción que Abjasia. Durante los 3 días que permanecimos nos sentimos parte de una antigua república del imperio soviético. El país vive anclado en los años 50 en casi todos los aspectos: carreteras, edificios, coches, vestidos... solo Sujumi, la capital parece estar más al día gracias a los hoteles orientados a la comunidad rusa.
No se si algún día volveré a Abjasia, pero pensar que varios cientos de miles de personas viven en un país totalmente aislado de la comunidad internacional me parece sorprendente. Los próximos juegos de invierno de 2014 en Sochi, Rusia, la volverán a poner en el mapa. Esperemos que eso no provoque las habituales fricciones con su vecino georgiano.

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