miércoles, 30 de enero de 2008

30. Placeres olvidados: el cine al aire libre

Cara de palo en Mayahí

Ayer llegó Búster Keaton a Mayahí. Todo un lujo, a 20 metros de casa, en la explanada de la mezquita. Difícil calcular el numero de espectadores, (¿200? ¿300? ) pero “todo” Mayahí estaba allí. Noche cerrada y pantalla de varios metros cuadrados, visibilidad perfecta.

Búster Keaton vino invitado por una ONG de divulgación de la salud que después de la película emite otra actual sobre la importancia de la higiene (“El genio de la salud”) con un mensaje mucho más didáctico.

El espectáculo duró un par de horas, aunque me salté, (mal está decirlo) la parte educativa y me reí a gusto viendo como Keaton se escapa de situaciones imposibles (coge un tren para evitar a tres policías, se mete en una camilla y están a punto de cortarle en dos, le confunden con un asesino y la gente huye de él despavorida, se cae por una ventana varias veces….) Un piano es el único acompañamiento sonoro. Finalmente, (y siento desvelar el final pero casi todas las películas de cine mudo acaban así) conquista a la chica, en el último fotograma sin un solo beso (a pesar de que su futuro suegro se pasa casi toda la película intentándole atrapar).

El cine cautiva en esta parte del mundo. Los niños (y los adultos) se ríen a carcajadas incluso de las bromas más tontas. Es una risa contagiosa. La gente comenta la jugada en voz alta y durante un rato se olvida de todo.

Yo sabía que Keaton (pasado mañana se cumplen 42 años de su muerte) era un genio (Harold Lloyd le sigue de cerca), lo que no sabía es que su arte seguía vivo, llegaba al Africa rural y durante unas horas podía repartir sonrisas.



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