Ndjamena, capital de Chad. 2014 |
Es difícil saber el número de refugiados y retornados que huyen pero las condiciones en el que lo hacen son terribles. Siguen los combates entre las milicias cristinas anti balaka y las milicias musulmanas. Un ataque a una iglesia de Bangui provocó hace unos días varias decenas de muertos y desaparecidos.
A estas guerras de religión se suman otros elementos como la lucha por el poder, étnias, económía... La información llega con cuenta gotas y más después del asesinato de una periodista francesa hace unas semanas en el norte del país.
Oficialmente, una visita del presidente de Chad, Deby, a la zona provocó un cierre oficial de las fronteras, pero no hay nada que detenga el flujo de gente que huye del conflicto.
A pesar de la falta de presupuesto casi todos los trabajadores humanitarios de la zona son conscientes que estamos ante una gran catástrofe humanitaria. Se envían materiales y se inician proyectos. Pocos para dar una respuesta eficaz a toda la población.
Es otra batalla en paralelo, más motivante y a la que hay que apuntarse.
Mañana, inshallah, tendré ocasión de viajar al sur y tener más detalles de la situación de los que huyen de la violencia.
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