Dos intereses opuestos y un país dividido; un enemigo mortal y una salvación amenazada. Los actores de la historia son: malaria, agricultura biológica, DDT, Uganda.
Equipo de seguridad alimentaria ACH de Mayahí. Níger. 2008
La agricultura biológica, en crecimiento en todo el mundo, empezó desde hace unas décadas a ganar terreno en Uganda. Centenares de agricultores empezaron a certificar sus productos como orgánicos y aumentaron las exportaciones agrícolas a Europa: sésamo, chile, algodón…
Cerca de 15.000 pequeños agricultores vieron que sus productos podrían cruzar fronteras por la ausencia de elementos fumigadores o abonos químicos durante su cultivo. Todo cambio en 2008 porque aunque ese año la agricultura bio había facturado 8 millones de euros, el gobierno llevó a cabo una campaña de fumigación con DDT por todo el país, provocando la ruina de los agricultores que ya no podían certificar que sus productos no habían sido tratados. Desde el ministerio de salud se argumentaba que la malaria provocaba 320 muertes al día y que en todos los países de la zona se había demostrado que el producto era eficaz. La malaria provoca 800.000 muertes al año, la mayoría menores de 5 años y se argumenta que el uso del DDT provocó su extinción en Europa y América. No hay vacuna y la única medida posible es la prevención y la extinción del mosquito transmisor de la enfermedad.
Tras la fumigación los agricultores de la zona demandaron al gobierno por haber arruinado su producción. El director del Centro Internacional para el estudio de los insectos, Christian Borgemeister afirma que el mosquito se ha hecho resistente al pesticida, por lo que hay que buscar métodos alternativos para luchar contra él. Desde la fundación Bio visión en Kenia han propuesto un programa (http://fundacionphi.org/blog/post/coto-al-ddt-para-frenar-la-malaria) que con la ayuda de la comunidad ha reducido las tasas de malaria sin el uso de pesticidas (identificando balsas que facilitan la propagación del mosquito transmisor, distribuyendo mosquiteras, informando sobre la transmisión de la enfermedad). “The organic farmer” la revista de dicha fundación (http://www.organicfarmermagazine.org/) es una buena guía orientada a agricultores africanos.
El efecto del DDT tarda 15 años en desaparecer… hasta ese tiempo los agricultores forzados a fumigar sus viviendas y almacenes no podrán exportar productos de agricultura biológica, frenando su posibilidad de desarrollo económico. El DDT es barato y los efectos de la malaria son caros. Hay que utilizarlo afirman sus defensores. Hay alternativas al uso del DDT y el desarrollo ecológico y sostenible es esencial rebaten sus detractores. El debate está servido. Intereses económicos y población afectada en medio del debate.
Huerto gestionado por una comunidad en Kaedi, Mauritania. 2011
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