.(De mi diario etíope, Noviembre 2006).
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Mi amigo Felege me pide que por favor le acompañe a la policía. Es sábado, habíamos quedado para dar una vuelta e ir a la piscina, pero como no es una solicitud muy habitual, cojo la bicicleta y le sigo sin hacer preguntas. Por el camino me pone en antecedentes. Uno de nuestros conductores está detenido, ha atropellado a un niño. Mala cosa. Soy el jefe de la base, por lo que más pronto o más temprano, me acabaré involucrando. La información es confusa, nos acercamos a la jefatura de policía para saber que ha pasado. .
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Cuando llegamos, Lemma, el conductor detenido está fumando tranquilamente al aire libre. La jefatura de policía parece, salvando las distancias, un colegio. Las celdas están abiertas, los policías charlan tranquilamente y a lo lejos se oye una maquina de escribir. Saludo a Lemma que me agradece que haya venido “¿Cual es nuestro papel aquí?”pregunto a Felege. “Tenemos que apoyar a Lemma.” El coche está aparcado en una esquina y Lemma me explica como ha sido el accidente: en la parte trasera, es decir que el niño se ha estrellado contra el coche. “¿Cómo está el chico?” pregunto preocupado. “Es ese” me señalan. Es un crío de 10 anos que nos observa a distancia; no le ha pasado nada. Los etíopes, si quieren, pueden llegar a ser muy dramáticos. .
.Entregando un diploma al director de la escuela con la mejor huerta del distrito de Kasungu, en Malawi, 2004. Parece que me lo dan a mi...
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El abuelo del chico se queja amargamente y señala el estado de la bicicleta, deformada. “En las primeras horas, es importantísimo llegar a un acuerdo” me explica Felege. “¿Con la víctima?” “Con todo el mundo: policía, familiares, víctima, testigos, incluso con los amigos. Es un proceso frenético de dialogo constante. Si no se llega a un acuerdo, el caso sigue su ritmo judicial y entonces todos pierden: la víctima nunca recibe una compensación, el acusado pasa semanas en la cárcel, los policías tienen que alimentar al acusado... Todos quieren llegar a un acuerdo. A veces, si el accidente es grave, el conductor tiene que pasar un día en la cárcel. Es normal, no pasa nada”. Lemma parece confiado pero le pide a Felege que le ayude. .
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Alrededores de Awassa. .
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“¿Que puedes hacer tu?” le pregunto. Felege es de un kebele (tribu) del norte del país. Ese kebele ha sufrido mucha violencia tribal. Antiguamente, los jóvenes se peleaban, a campo abierto con jóvenes de otros kebeles a puñetazo limpio. (como en muchos conflictos étnicos, sin saber muy bien porqué). El gobierno, para ayudarles decidió reclutar entre su población a miembros de la seguridad estatal. Felege solo tiene que decir el nombre de su kebele para que varios policías le hagan más caso del que harían a Lemma o a mí. Es muy posible que Felege conozca a alguien que a su vez conozca a alguien, que conozca a alguien cercano al gobierno. No me había dado cuenta de lo importante que era mi amigo.
Los policías hablan, Lemma habla, el abuelo del niño habla. Hasta yo le pregunto al niño como se llama y si se encuentra bien. Después de dos horas de charla amigable en las que nos hemos ido a tomar un café, Lemma ha llegado a un acuerdo. La compensación por reparar la bici se valora en cuarenta birr (cuatro euros). Lemma se lamenta amargamente, porque sabe que repararla no cuesta más de veinte, pero todo el mundo le indica que tiene que compensar al chaval por el mal trago. Lemma apura su cigarrillo, mientras los policías despejan el camino para que pueda sacar el coche.
¿Han abierto alguna ficha? ¿Queda constancia en algún lado del incidente? Por supuesto que no. Estamos en un país civilizado. Los acuerdos se respetan. Cogemos nuestras bicicletas y nos vamos. Tres horas perdidas pero una buena experiencia.
“¿Has dormido en la cárcel alguna vez?”pregunto a Felege “No, pero no seria nada malo ni fuera de lo común. A veces puedes ir a la cárcel por insultar a un policía, por no llevar la placa de la bicicleta, por saltarte un semáforo... La gente lo acepta.”
Pienso en los trámites burocráticos de mi lugar de origen para entrar o para salir de prisión y sus repercusiones. Si algún día duermo en la cárcel en Etiopía, me lo tendré que tomar con filosofía. .
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Dos amigas en Aleta Wondo, Etiopia
3 comentarios:
Lástima un documento gráfico de la carcel, o de la mesa del policía, o de los presos con la puerta abierta... si es que hablando se entiende la gente...
Es buena la foto con un anuncio al fondo de Bridgestone y una vaca paseando por el asfalto...
Si, efectivamente, estuve a punto de poner un comentario sobre la frase del anuncio de Bridgestone: Pasión por la excelencia. Lo mismo en lo que debe estar pensando la vaca
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