Hay ciudades (Harar, Zanzíbar…) cuya sola mención nos transporta a un pasado histórico del que solo se conservan reminiscencias. Es el caso de Zinder la antigua capital del reino que dejó de serlo cuando el problema del abastecimiento de agua empezó a ser preocupante. Es un placer pasear por las callejuelas estrechas del barrio antiguo. Casas humildes que podían haber sido decoradas por Mariscal o Barceló: coloridos, formas, dibujos. Las casas no tienen cerrojos. ¿Para que? Están protegidas por los gri-gri, los amuletos que cierran el paso a los ladrones, so pena que les caiga una maldición. Por el paseo saludamos a un antiguo diputado nacional. Le digo que trabajo en Mayahi y que mi vecino (y propietario de la casa donde vivo) es un antiguo ministro de educación. Claro que le conoce, Boukari Sabo (algún día os hablaré de este personaje que ha conocido a Castro y a Grace Kelly). Seguimos el paseo y llegamos al Sultanato (solo Zinder y Agadez conservan esta figura). Entramos: patios, calabozos, mazmorras (la mazmorra de las termitas, la mazmorra de los escorpiones…). Si sobrevivías una noche ahí, entonces si que te podían vender como esclavo. Sino, los escorpiones cenaban a tu costa. Aquí, el sultán impartía justicia, aquí recibía a los dignatarios. Un momento murmura un guardia. No podemos pasar a la siguiente sala. El sultán se ha levantado y no está decorosamente vestido, es demasiado pronto. Miro el reloj, son las 11 y media, efectivamente demasiado pronto. Me quedo con ganas de pedir audiencia pero me impone el respeto y el pensar que la celda de las termitas todavía esta operativa. Seguimos nuestra visita por Zinder, calles modernas, centro franco Nigerino, y el Museo del Artesanado. La pista forestal que nos ha traído a Zinder nos devolverá a Mayahi a dos horas de viaje. Dejamos Zinder, donde cualquiera tiempo pasado fue mejor (como mínimo en lo que a decoración inmobiliaria se refiere).
sábado, 8 de marzo de 2008
35. El sultan y las termitas
Atencion al modelito de la niña
Hay ciudades (Harar, Zanzíbar…) cuya sola mención nos transporta a un pasado histórico del que solo se conservan reminiscencias. Es el caso de Zinder la antigua capital del reino que dejó de serlo cuando el problema del abastecimiento de agua empezó a ser preocupante. Es un placer pasear por las callejuelas estrechas del barrio antiguo. Casas humildes que podían haber sido decoradas por Mariscal o Barceló: coloridos, formas, dibujos. Las casas no tienen cerrojos. ¿Para que? Están protegidas por los gri-gri, los amuletos que cierran el paso a los ladrones, so pena que les caiga una maldición. Por el paseo saludamos a un antiguo diputado nacional. Le digo que trabajo en Mayahi y que mi vecino (y propietario de la casa donde vivo) es un antiguo ministro de educación. Claro que le conoce, Boukari Sabo (algún día os hablaré de este personaje que ha conocido a Castro y a Grace Kelly). Seguimos el paseo y llegamos al Sultanato (solo Zinder y Agadez conservan esta figura). Entramos: patios, calabozos, mazmorras (la mazmorra de las termitas, la mazmorra de los escorpiones…). Si sobrevivías una noche ahí, entonces si que te podían vender como esclavo. Sino, los escorpiones cenaban a tu costa. Aquí, el sultán impartía justicia, aquí recibía a los dignatarios. Un momento murmura un guardia. No podemos pasar a la siguiente sala. El sultán se ha levantado y no está decorosamente vestido, es demasiado pronto. Miro el reloj, son las 11 y media, efectivamente demasiado pronto. Me quedo con ganas de pedir audiencia pero me impone el respeto y el pensar que la celda de las termitas todavía esta operativa. Seguimos nuestra visita por Zinder, calles modernas, centro franco Nigerino, y el Museo del Artesanado. La pista forestal que nos ha traído a Zinder nos devolverá a Mayahi a dos horas de viaje. Dejamos Zinder, donde cualquiera tiempo pasado fue mejor (como mínimo en lo que a decoración inmobiliaria se refiere).
Hay ciudades (Harar, Zanzíbar…) cuya sola mención nos transporta a un pasado histórico del que solo se conservan reminiscencias. Es el caso de Zinder la antigua capital del reino que dejó de serlo cuando el problema del abastecimiento de agua empezó a ser preocupante. Es un placer pasear por las callejuelas estrechas del barrio antiguo. Casas humildes que podían haber sido decoradas por Mariscal o Barceló: coloridos, formas, dibujos. Las casas no tienen cerrojos. ¿Para que? Están protegidas por los gri-gri, los amuletos que cierran el paso a los ladrones, so pena que les caiga una maldición. Por el paseo saludamos a un antiguo diputado nacional. Le digo que trabajo en Mayahi y que mi vecino (y propietario de la casa donde vivo) es un antiguo ministro de educación. Claro que le conoce, Boukari Sabo (algún día os hablaré de este personaje que ha conocido a Castro y a Grace Kelly). Seguimos el paseo y llegamos al Sultanato (solo Zinder y Agadez conservan esta figura). Entramos: patios, calabozos, mazmorras (la mazmorra de las termitas, la mazmorra de los escorpiones…). Si sobrevivías una noche ahí, entonces si que te podían vender como esclavo. Sino, los escorpiones cenaban a tu costa. Aquí, el sultán impartía justicia, aquí recibía a los dignatarios. Un momento murmura un guardia. No podemos pasar a la siguiente sala. El sultán se ha levantado y no está decorosamente vestido, es demasiado pronto. Miro el reloj, son las 11 y media, efectivamente demasiado pronto. Me quedo con ganas de pedir audiencia pero me impone el respeto y el pensar que la celda de las termitas todavía esta operativa. Seguimos nuestra visita por Zinder, calles modernas, centro franco Nigerino, y el Museo del Artesanado. La pista forestal que nos ha traído a Zinder nos devolverá a Mayahi a dos horas de viaje. Dejamos Zinder, donde cualquiera tiempo pasado fue mejor (como mínimo en lo que a decoración inmobiliaria se refiere).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
¡Qué preciosidad de fotos! ¡Qué suerte haber estado en el Sultanato y jugar con la emoción de las celdas llenas de termitas! Pero me pregunto ¿cómo las mantienen allí dentro? La decoración de las casas es efectivamente una obra de arte. ¿sabes que Barcelò ha viajado mucho a Africa: Mali, Sègou, Rio Níger, Gao? De hecho tiene un estudio alli pero nos se donde.
Un abrazo y recuerdos a Yeyes. María
Gracias Maria, las termitas tienen una vida muy... interior. Yeyes estuvo por aqui encantada, se fotografio con el Chef de Canton, con el ex ministro... hasta con el Jefe de Base de ACH en Mayahi (para que te des cuenta de la cantidad de gente importante que conoció). Un abrazo. Juanjo
Hola Juan José. Mi nombre es Diego, te escribo desde Argentina. Llegué a africaencolores buscando información ya que estoy comenzando una investigación (la idea final sería un documental) sobre ¨refugiados¨ africanos que llegan a Buenos Aires. Es algo que se está dando en los últimos años por acá. Me interesó mucho el blog así que seguiré leyendo. Espero que sigamos en contacto. Saludos,
dvillaveiran@minkamedia.com.ar
Hola Diego. La verdad, por aqui no he oido a muchos africanos con ganas de hacer las argentinas. Por contra, mi predecesor, Nahuel era (es) argentino, actualmente en Mozambique. Feliz investigacion. Un saludo. Juanjo
Publicar un comentario