La ciudad disfruta de una calma relativa, interrumpida varias veces al día por alarmas antiaéreas que suenan por las calles o en la App oficial que alerta que hay misiles acercándose.
El equipo de Oxfam lleva nueve días por aquí.
En realidad, deberíamos haber llegado antes, pero las celebraciones del Día de la Victoria en Rusia impusieron un toque de queda de tres días que nos impidió entrar. De hecho, esa misma noche cayó un misil en un centro comercial en el extra radio.
La ciudad es un lugar hermoso, con parques, jardines, monumentos, estatuas, terrazas llenas de gente que no suelen alterar su día a día por las alarmas.
Paseando por Odesa hay momentos en que uno piensa que podría estar en cualquier capital europea, pero la presencia de controles militares, barreras anti tanque y monumentos protegidos con sacos terreros alteran esa imagen de normalidad.
De momento, en esta primera semana hemos empezado a establecer contactos con organizaciones ucranianas que están ayudando a los desplazados que llegan a la ciudad.
Tras casi tres meses de guerra, la ciudad ha recibido un flujo lento pero constante de gente que huye de la zona de conflicto.
Junto a Leonid Utesov. Yo soy el de la barba |
A solo 150 km. de distancia (aproximadamente) se encuentra el frente. La ciudad de Mykolaiv está actuando como última barrera para frenar al ejército ruso. Al parecer varios ríos y elementos naturales estarían frenando el avance, pero de hecho, las tropas rusas se encuentran mucho más cerca. Desde el mar Negro, la flota ruso podría lanzar un desembarco.
Todos los analistas indican que es improbable que eso suceda, pero hasta ahora, esta guerra era la cosa más improbable que le podía pasar a esta ciudad
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